A lo largo del primer tercio del siglo XX, una serie de observaciones astronómicas evidenciaron severas discrepancias entre las predicciones arrojadas por los modelos existentes para el cálculo de velocidades orbitales en galaxias y cúmulos galácticos, y sus correspondientes medidas experimentales. Tales discrepancias ponían de manifiesto que los efectos gravitatorios asociados a la materia no bastaban para explicar su comportamiento. Parecía conveniente, pues, buscar alternativas a las teorías barajadas, bien mediante la modificación de las leyes físicas puestas en juego o bien mediante la introducción de nuevos actores, desconocidos hasta el momento y que planteaban un dramático incremento en la complejidad del universo.
Joaquín Cerdá Boluda
Continúa leyendo este artículo al completo en:
Número 6 2020
Dosier: En los límites de la materia, ¿de qué estamos hechos?